Enseñar no es solo explicar.
A veces, cuando hablamos de innovación educativa y metodologías activas, parece que estuviéramos descubriendo América. Pero lo cierto es que, más allá de las modas y etiquetas, hay algo profundamente humano en querer aprender con sentido. Y si echo la vista atrás, creo que esto es lo que siempre nos faltó en el aula: sentido.
Durante años, mi vida escolar se ha desarrollado entre clases donde el profesor hablaba, nosotros escuchábamos (más o menos), y luego venía el examen. Aprendí mucho, claro. Pero también olvidé rápido. Porque cuando el aprendizaje se reduce a memorizar, el contenido se te olvida en cuanto haces el examen.
Recuerdo perfectamente esa sensación de estudiar “por obligación”, de pensar que levantar la mano era arriesgarse al ridículo, y que las preguntas solo servían para ver si habías fallado. Nunca para pensar.
Hoy veo con otros ojos todo lo que no pasó en esas aulas. Nadie nos propuso resolver un reto real. Nunca trabajamos en proyectos que importaran. Nadie nos pidió crear algo, ni conectar lo aprendido con nuestra vida. Y aunque entonces no lo sabíamos, algo de eso nos estaba faltando.
Las metodologías activas
Cuando conocí las metodologías activas esas que hoy suenan por todas partes: gamificación, aprendizaje basado en proyectos, aula invertida, storytelling, etc., sentí un pequeño “clic”.
No era solo cuestión de técnicas nuevas. Era una forma distinta de mirar la educación. Una que pone al alumno en el centro, que lo invita a hacer, a equivocarse, a decidir, a construir. Y pensé: “Ojalá nos hubieran enseñado así”.
Porque estas metodologías, bien aplicadas, no solo hacen la clase más dinámica. También dan espacio a la diversidad, a la creatividad, a la emoción. Y eso, al menos en mi experiencia como estudiante, brilló por su ausencia.
Enseñar con sentido, aprender con ganas
No se trata de hacer todo “divertido” ni de tirar el libro por la ventana. Se trata de conectar el aprendizaje con la vida. De dejar de enseñar solo para aprobar y empezar a enseñar para entender, para cuestionar, para transformar.
Hoy tengo claro que enseñar no es solo explicar. Es acompañar, proponer desafíos, crear experiencias que dejen huella. Es darles a nuestros alumnos lo que a muchos de nosotros nos faltó: ganas de aprender y sentir que lo que pasa en el aula tiene sentido.
Porque al final, lo que recordamos de la escuela no son los temas… son las experiencias. Y esas, casi nunca nacen de una explicación frente a una pizarra.
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